Apariencias goyescas
La primera noticia que tengo de una corrida goyesca celebrada en tiempos "modernos" es de los años 20, en la plaza de Granada. Sin embargo, fue en los años 50 cuando esta peculiar modalidad de festejo se institucionalizó gracias al maestro Antonio Ordóñez.
Con el objetivo de recordar y homenajear a Pedro Romero en su 200 aniversario, se organizó en la plaza de toros de Ronda (la de los toreros machos, que cantara Fernando Villalón) en el año 1954 una corrida concurso de ganaderías (Miura, Concha y Sierra, Pablo Romero, Felipe Bartolomé, Buendía y Mora Figueroa, ahí es nada), que pasaportaron Antonio Bienvenida, Cayetano Ordoñez y César Girón. La siguiente edición tuvo lugar en el año 57, ya con la participación de Antonio Ordóñez y también en la modalidad de concurso de ganaderías. A partir de ahí, la cita se consolidó anualmente.
En paralelo, y por las mismas fechas, el Circulo de Bellas Artes, y preocupado también por realzar la vena esteticista del espectáculo goyesco, asumió la organización de corridas goyescas en la plaza de Madrid, que solían ir prologadas con un caballero en plaza "por delante". Posteriormente, se ha venido celebrando un festejo goyesco en dicha plaza el 2 de mayo, coincidente con las celebraciones del alzamiento del pueblo de Madrid frente a los franceses, que tan bellamente reflejara el mismo Goya en su día.
Ya en nuestros días, además de la tradicional corrida goyesca de Ronda de principios de septiembre, varias plazas nos ofrecen dicho espectáculo con argumentos más o menos justificados. Así por ejemplo, en Aranjuez se celebra un festejo goyesco con motivo de las fiestas del motín, otro en Antequera, en Algeciras, ....
La característica diferencial de las corridas goyescas es una rememoración de los usos y costumbres de los festejos de toros de principios del XIX, intentando capturar su espíritu y estética, aunque naturalmente adaptados a la tauromaquia moderna. Para ello, los actuantes teóricamente visten ternos "goyescos" con casaquillas de pasamanería de cordón y sin oropeles, calzón suelto, sombrero de dos picos. El paseo se realiza sin capotillo de paseo. El personal de plaza suele ir ataviado también con avíos de época, y más parecen la marcha de la manolería de la zarzuela Pan y Toros que ciudadanos modernos del siglo veintiuno. En aquellas corridas de mayor relumbrón, incluso se exhiben antes del paseillo carruajes, landós y enganches varios de época, en los que presumen bellas damas ataviadas con vestidos que parecen sacados de grabados y aguafuertes.
La mayor o menor fortuna en la caracterización goyesca depende mucho de cada participante. Sin duda el que mejor ha recreado el espiritu de la época ha sido Luis Francisco Esplá, en sus múltiples comparecencias en la goyesca de Madrid. Vestidos que parecen auténticas piezas de museo, medias blancas, redecilla en el pelo, han sido algunos de los detalles con los que nos ha transportado a épocas pasadas. Algunos hay (especialmente areneros y picadores) que parecen auténticos bandoleros de Sierra Morena, a los que la gente no se atreve a saludar antes del paseillo, pues tal parece que estén dispuestos a sacar del fajín una faca o un trabuco y aligerarnos del peso de las monedas en nuestra faltriquera. La mayor parte sin embargo, parecen más bien sacados de una representación de Carmen organizada por una compañía ucraniana en un teatro de tres al cuarto con José Luis Moreno como empresario, cuando no se enfundan directamente en un traje azabache de los de todos los días, y aquí paz y después gloria.
Por desgracia, las corridas goyescas se quedan sólo en ese envoltorio, ropajes apolillados de aspecto rancio y olor a naftalina que ni de lejos rememoran ni hacen honor a la tauromaquia goyesca. La esencia de dicha tauromaquia, basada en el enfrentamiento a cuerpo gentil del hombre frente al toro fiero e íntegro parece que quedó en ese baul del que solo salieron los trajes, poses y posturas alflamencadas.
No estoy yo pidiendo que volvamos en las corridas goyescas a esos toros terroríficos, de los grabados dieciochescos y estampas de La Lidia, con pitones como lanzas, ágiles como gacelas y con cuellos de jirafa, capaces de descomponer al chulo más pintado. Quizás con recuperar la integridad del toro sería suficiente homenaje para que Pedro Romero, Francisco de Goya y la duquesa de Alba, desde las alturas se asomasen a la plaza de Ronda y esbozasen una sonrisa recordando aquello de "El cobarde no es hombre. Para torear se necesitan hombres".
Apunte al hilo: Hoy se celebra la tradicional corrida goyesca en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Frente a "hastiados" de Zalduendo, actuarán mano a mano Rivera Ordoñez y Cayetano Rivera (que tomará la alternativa). Se cubrirán todas las localidades de la plaza en un festejo que, no les quepa duda, será triunfal y que cada año tiene más de acto social y menos de espectáculo taurino. El "ambiente" en la localidad malagueña, de auténtico lujo y las entradas alcanzan en la reventa precios disparatados. Se sospecha la presencia de uno o dos aficionados entre el público asistente.
En la imagen, retrato de Pedro Romero por Goya
Con el objetivo de recordar y homenajear a Pedro Romero en su 200 aniversario, se organizó en la plaza de toros de Ronda (la de los toreros machos, que cantara Fernando Villalón) en el año 1954 una corrida concurso de ganaderías (Miura, Concha y Sierra, Pablo Romero, Felipe Bartolomé, Buendía y Mora Figueroa, ahí es nada), que pasaportaron Antonio Bienvenida, Cayetano Ordoñez y César Girón. La siguiente edición tuvo lugar en el año 57, ya con la participación de Antonio Ordóñez y también en la modalidad de concurso de ganaderías. A partir de ahí, la cita se consolidó anualmente.
En paralelo, y por las mismas fechas, el Circulo de Bellas Artes, y preocupado también por realzar la vena esteticista del espectáculo goyesco, asumió la organización de corridas goyescas en la plaza de Madrid, que solían ir prologadas con un caballero en plaza "por delante". Posteriormente, se ha venido celebrando un festejo goyesco en dicha plaza el 2 de mayo, coincidente con las celebraciones del alzamiento del pueblo de Madrid frente a los franceses, que tan bellamente reflejara el mismo Goya en su día.
Ya en nuestros días, además de la tradicional corrida goyesca de Ronda de principios de septiembre, varias plazas nos ofrecen dicho espectáculo con argumentos más o menos justificados. Así por ejemplo, en Aranjuez se celebra un festejo goyesco con motivo de las fiestas del motín, otro en Antequera, en Algeciras, ....
La característica diferencial de las corridas goyescas es una rememoración de los usos y costumbres de los festejos de toros de principios del XIX, intentando capturar su espíritu y estética, aunque naturalmente adaptados a la tauromaquia moderna. Para ello, los actuantes teóricamente visten ternos "goyescos" con casaquillas de pasamanería de cordón y sin oropeles, calzón suelto, sombrero de dos picos. El paseo se realiza sin capotillo de paseo. El personal de plaza suele ir ataviado también con avíos de época, y más parecen la marcha de la manolería de la zarzuela Pan y Toros que ciudadanos modernos del siglo veintiuno. En aquellas corridas de mayor relumbrón, incluso se exhiben antes del paseillo carruajes, landós y enganches varios de época, en los que presumen bellas damas ataviadas con vestidos que parecen sacados de grabados y aguafuertes.
La mayor o menor fortuna en la caracterización goyesca depende mucho de cada participante. Sin duda el que mejor ha recreado el espiritu de la época ha sido Luis Francisco Esplá, en sus múltiples comparecencias en la goyesca de Madrid. Vestidos que parecen auténticas piezas de museo, medias blancas, redecilla en el pelo, han sido algunos de los detalles con los que nos ha transportado a épocas pasadas. Algunos hay (especialmente areneros y picadores) que parecen auténticos bandoleros de Sierra Morena, a los que la gente no se atreve a saludar antes del paseillo, pues tal parece que estén dispuestos a sacar del fajín una faca o un trabuco y aligerarnos del peso de las monedas en nuestra faltriquera. La mayor parte sin embargo, parecen más bien sacados de una representación de Carmen organizada por una compañía ucraniana en un teatro de tres al cuarto con José Luis Moreno como empresario, cuando no se enfundan directamente en un traje azabache de los de todos los días, y aquí paz y después gloria.
Por desgracia, las corridas goyescas se quedan sólo en ese envoltorio, ropajes apolillados de aspecto rancio y olor a naftalina que ni de lejos rememoran ni hacen honor a la tauromaquia goyesca. La esencia de dicha tauromaquia, basada en el enfrentamiento a cuerpo gentil del hombre frente al toro fiero e íntegro parece que quedó en ese baul del que solo salieron los trajes, poses y posturas alflamencadas.
No estoy yo pidiendo que volvamos en las corridas goyescas a esos toros terroríficos, de los grabados dieciochescos y estampas de La Lidia, con pitones como lanzas, ágiles como gacelas y con cuellos de jirafa, capaces de descomponer al chulo más pintado. Quizás con recuperar la integridad del toro sería suficiente homenaje para que Pedro Romero, Francisco de Goya y la duquesa de Alba, desde las alturas se asomasen a la plaza de Ronda y esbozasen una sonrisa recordando aquello de "El cobarde no es hombre. Para torear se necesitan hombres".
Apunte al hilo: Hoy se celebra la tradicional corrida goyesca en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Frente a "hastiados" de Zalduendo, actuarán mano a mano Rivera Ordoñez y Cayetano Rivera (que tomará la alternativa). Se cubrirán todas las localidades de la plaza en un festejo que, no les quepa duda, será triunfal y que cada año tiene más de acto social y menos de espectáculo taurino. El "ambiente" en la localidad malagueña, de auténtico lujo y las entradas alcanzan en la reventa precios disparatados. Se sospecha la presencia de uno o dos aficionados entre el público asistente.
En la imagen, retrato de Pedro Romero por Goya
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