Tomás descabala la temporada
Ha bastado el anuncio de la vuelta a los ruedos de José Tomás para que se haya montado una revolución en despachos de empresarios influyentes, ganaderías de postín y cuarteles de invierno de "afamados diestros".
Lo que se presentaba como una temporada cansina y sin mayor aliciente que ver si a Castella finalmente le iban a dejar mandar en la temporada, si el Cid volvía a la zona oscura de los carteles y cuánto iban a tardar en disolverse las "figuras azucarillo" que entre todos nos habíamos inventado el año pasado, se ha transformado de un día para otro en lo que los más exaltados ya anuncian como una temporada histórica y al rojo vivo.
Todos los medios de comunicación no taurino con el foco puesto en la Fiesta, acaparando páginas y páginas de información general. Y todo porque vuelve José Tomás.
José Tomás, el que fuera majestuoso revulsivo de la Fiesta acomodada y sin interés de mediados de los 90. Tomás la ilusión de los aficionados, el que devolvió la emoción, el del valor frío y seco. Tomás el ciclotímico. Tomás, que demuestra que la clave de este tinglado no está en torear bien, mal o regular, sino en torear distinto. Tener personalidad. Tomás, el que renunció a ser una figura histórica de esto, en parte por la defensa de una dignidad mal concebida, en parte por conformarse con el plato de lentejas calientes que le ofreció un tal Enrique Martín Arranz que ha sido uno de los cánceres más graves del taurinismo profesional en los ultimos 30 años.
Al final el tiempo dira cuál es el Tomás que vuelve. El que dejó a Litri y Aparicio inmóviles, paralizados, agarrados a la barrera de las Ventas y frotándose los ojos con una expresión mezcla de incredulidad, sorpresa y derrota el día de los toros de los Lozano. O el otro, el de la apatía, el truco y el "arrebañar" de los últimos años. ¿El José Tomás de Corbacho o el de Martín Arranz? ¿Quién lo sabe? En cualquier caso, los ojos de los aficionados brillan estos días con una pequeña chispa de ilusión.
Lo que se presentaba como una temporada cansina y sin mayor aliciente que ver si a Castella finalmente le iban a dejar mandar en la temporada, si el Cid volvía a la zona oscura de los carteles y cuánto iban a tardar en disolverse las "figuras azucarillo" que entre todos nos habíamos inventado el año pasado, se ha transformado de un día para otro en lo que los más exaltados ya anuncian como una temporada histórica y al rojo vivo.
Todos los medios de comunicación no taurino con el foco puesto en la Fiesta, acaparando páginas y páginas de información general. Y todo porque vuelve José Tomás.
José Tomás, el que fuera majestuoso revulsivo de la Fiesta acomodada y sin interés de mediados de los 90. Tomás la ilusión de los aficionados, el que devolvió la emoción, el del valor frío y seco. Tomás el ciclotímico. Tomás, que demuestra que la clave de este tinglado no está en torear bien, mal o regular, sino en torear distinto. Tener personalidad. Tomás, el que renunció a ser una figura histórica de esto, en parte por la defensa de una dignidad mal concebida, en parte por conformarse con el plato de lentejas calientes que le ofreció un tal Enrique Martín Arranz que ha sido uno de los cánceres más graves del taurinismo profesional en los ultimos 30 años.
Al final el tiempo dira cuál es el Tomás que vuelve. El que dejó a Litri y Aparicio inmóviles, paralizados, agarrados a la barrera de las Ventas y frotándose los ojos con una expresión mezcla de incredulidad, sorpresa y derrota el día de los toros de los Lozano. O el otro, el de la apatía, el truco y el "arrebañar" de los últimos años. ¿El José Tomás de Corbacho o el de Martín Arranz? ¿Quién lo sabe? En cualquier caso, los ojos de los aficionados brillan estos días con una pequeña chispa de ilusión.
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