De juampedro o de jandilla

Incluso si estás muerto no debes permitir que te entierren

11.6.07

Domé, domé, el auténtico, sin garrafón

Ayer, por fin conseguimos ver en Madrid una corrida de Domé, Domé, del auténtico. Despues de años y años viendo sucedáneos, desechos de tienta y demás despojos provenientes de tan afamado encaste, por fin pudieron nuestros taurinos sentidos gozar de una corrida del mítico hierro del Duque de Veragua. El señor conde consorte del Asalto, tuvo a bien permitir que una corrida suya se embarcase rumbo a las Ventas, se enchiquerase y fuese muerta a estoque por tres valientes espadas.

No sé por qué será, será porque ya no está en su mejor momento, será porque ya no las puede colocar tan fácilmente en otras plazas o porque los espadas se ponen mohínos cuando les amenazan con anunciarse con los toros que pastan plácidos en Lo Alvaro.

El caso es que don juampedro trajo una corrida bonita, de 2, 2 y 2 (dos negros, dos coloraos y dos jaboneros), justos de presentación, unos zapatos, para embistir. Fue sintomático, que con la confusión que ha creado este ganadero en torno a la bravura, que si el toro artista, que si la nobleza, que si la casta, la bravura la movilidad y la transmisión, yo todavía no me aclaro como fueron los toros. ¿Fueron bravos? Pues mire no. Entonces ¿fueron mansos? pues mire, tampoco. Ni bravos ni mansos, ni chicha ni limoná ¿Fueron nobles? A veces. ¿Fueron largos? Pues creo que no. Entonces ¿se quedaban cortos? Pues yo diría que tampoco. ¿Dejaron estar? Sí. ¿Entonces no molestaron? No se crea, algo de eso hubo. ¿Fueron toros de triunfo? Pues a mi me parece que en cierta medida sí. ¿Pero, no se cortaron orejas? No, ninguna. ¿Entonces, la culpa fue de los toreros? Pues en parte sí, y en parte no. Un lío, ya les digo. Como el gazpacho. Como el gazpacho de mezclas, refrescos, cruces y absorciones que se han dado en el campo bravo por culpa del afán comercialziador de este señor y por culpa del afán de figurar y ronear de mucho ladrillero y otros especimenes venidos a más.

Lo que sí tengo claro es que casta, casta, de eso no hubo. Y emoción tampoco, ninguna. Aunque yo no me aburrí. Y que ya va siendo hora de que don Juampedro se plantee refrescar la sangre, porque de tanto vender a unos y otros me parece que se ha quedado sin género dentro de casa. Y dado que no creo que a estas alturas vaya a cambiar de encaste, eliminando lo anterior, igual se tiene que dar una vuelta por Guadaira, Fuente Ymbro e incluso por donde el mismo Victoriano del Río, que lo tienen bastante más encastado que en la casa matriz. Ya lo creo.